Imagínate un martes cualquiera, en una ciudad cualquiera.Son las 12.51 del mediodía. Muchos están comiendo, otros siguen en la oficina, algunos andan por la calle y unos cuantos están dentro sus casas. Seguros. Pero de repente algo cambia.
La tierra, la que siempre nos ofrece apoyo y estabilidad, comienza a temblar.
No es un temblor de miedo, es un temblor cabreado, fuerte, imparable. Los muebles de tu casa comienzan a oscilar y los objetos de la mesa, donde hace un rato estabas escribiendo tranquilamente, se caen al suelo. Los árboles, los edificios y los paneles publicitarios que te acompañan en tu paseo se tambalean y tú sientes miedo, como nunca antes lo habías sentido. Tus pies, tan acostumbrados a un suelo horizontal, seguro e inmóvil, experimentan por primera vez la sensación de vacío y tus ojos se cruzan con la mirada asustada del que tienes en frente, que bien podría ser un desconocido, un amigo o tu reflejo.
No es un temblor de miedo, es un temblor cabreado, fuerte, imparable. Los muebles de tu casa comienzan a oscilar y los objetos de la mesa, donde hace un rato estabas escribiendo tranquilamente, se caen al suelo. Los árboles, los edificios y los paneles publicitarios que te acompañan en tu paseo se tambalean y tú sientes miedo, como nunca antes lo habías sentido. Tus pies, tan acostumbrados a un suelo horizontal, seguro e inmóvil, experimentan por primera vez la sensación de vacío y tus ojos se cruzan con la mirada asustada del que tienes en frente, que bien podría ser un desconocido, un amigo o tu reflejo.
El tremor dura un minuto, quizás menos pero a ti, te parece infinito. La tierra cabreada poco a poco vuelve en si misma y todo se para, quieto, inmóvil. Dentro de ti algo ha cambiado, no volverás a ser el mismo.
El terremoto de Christchurch del 22 de febrero de 2011 se llevó la vida de 166 personas. Fueron 6,3 los grados de magnitud que marcarían la vida de la ciudad y de sus habitantes para siempre. Han pasado 4 años pero la cicatriz sigue viva y bastará pasear por en el centro de la ciudad para darse cuenta de lo desolador del escenario. El corazón de la tragedia es sin duda la Catedral, la que antaño era la protagonista de la ciudad, hoy en día no es más que un cumulo de piedras apiladas.
Y aquí hay algo raro. Si googleas y buscas info sobre el terremoto de Christchurch las noticias hablan sobretodo de la capacidad de los neozelandeses de afrontar la tragedia, y volver a nacer, como un ave fénix. Esto no es lo que hemos visto nosotros. La sensación en Christchurch es la de caminar por una ciudad fantasma: son muchas, demasiadas, las zonas todavía valladas, los edificios derrumbados.
En Chrischurch es muy facil encontrar trabajo en las obras, tenemos amigos que estuvieron aquí y nos contaron que el ritmo de trabajo es bastante, bastante tranquilo. Hubo empleadores que les sugirieron ir despacito, que el gobierno paga (y bien) y que hay que aprovecharlo. Es como si se hubiera hecho negocio de esta tragedia, como si del terremoto algunas empresas han sacado algo: dinero.
Hay hasta tours que se dedican a llevar a los turistas morbosos entre los escombros y los principales puntos afectados por el terremoto del 2011. Obviamente por un modico precio de 75$. Raro. Y triste.
Una iniciativa interesante nos pareció la el RE:START MALL, un centro comercial formado por más de 50 containers donde encontrarás tiendas, cafeterías y street-food.
Aquí disfrutamos de una tarde super agradable con Judith y Aitor de Less is More, que han sido un toque de color y de vitalidad para una ciudad que, sintiéndolo mucho, nos ha parecido estancada en el tiempo.
Aquí disfrutamos de una tarde super agradable con Judith y Aitor de Less is More, que han sido un toque de color y de vitalidad para una ciudad que, sintiéndolo mucho, nos ha parecido estancada en el tiempo.